martes, 18 de mayo de 2010

Epitafio para un internauta



Epitafio para un internauta

Miraba aquella cara reflejada en el espejo con extrañeza, como si fuera la primera vez que la viera.

Todo sucedió aquella tarde de últimos de diciembre en que se puso a navegar por internet, como ya era habitual en él. Iba como se va por una ciudad cuando no se quiere ir a ninguna parte, sin rumbo fijo, hasta que le llamó la atención una palabra sobre las demás: EPITAFIOS. Pulsó el ratón sobre el icono con forma de lápida y apareció el siguiente mensaje:

Si desea un epitafio para su tumba adquiéralo antes de que sea demasiado tarde. Podrá escoger uno entre un grupo de tres. Precio especial de lanzamiento hasta finales de año: EL PENÚLTIMO SUSPIRO.

A partir de esta fecha costará “EL ÚLTIMO SUSPIRO”.

No se garantiza que sea de su agrado, pero sí totalmente verdadero.

Se dejó llevar por la curiosidad y no se lo pensó dos veces. Además, no corría riesgos y el último suspiro siempre sería suyo, así que rellenó los datos personales que le pedían y pulsó el ratón.

Al instante sintió como si la vida se le fuera por la pantalla del ordenador. Lo achacó a la emoción que acompaña al acto de emitir sentencia y en este caso, él era objeto de una sentencia muy especial como es un epitafio: el resumen de una vida. Poco después se podía leer en la pantalla varios epitafios.

. “Aquí yace un hombre que lo único que se sabe de él es que fue un enigma con vocación de olvido”.

. “El que aquí mora nació con la luz de un nuevo día, vivió en penumbra y murió en la oscuridad de la noche sin saber que había nacido para ser estrella”.

.“Aquí yace un hombre que necesitó una vida para averiguar que no era mas que una hoja de calendario que no supo arrancar a tiempo”.


Comprendió, superada la perplejidad del primer momento, que cada uno de ellos expresaban la muerte de diferentes etapas de su vida.

Ya habían pasado varias semanas y continuaba con un sentimiento de vacío en el pecho. Había iniciado el camino de Santiago como peregrino para salir del estado de ánimo en que había quedado y encontrarse consigo mismo. De vez en cuando daba grandes suspiros como si le faltara el aire, aunque pensaba que ese vacío se debía a la imposibilidad de retener en sus pulmones el mismo aire que respiraba, al igual que no había sido capaz de retener los diferentes motivos que daban sentido a su vida, al dejarlos morir por inanición.

Según iban transcurriendo las jornadas del camino, una idea, que al principio le pareció descabellada, se imponía en su pensamiento cada vez con más fuerza, una idea que hacía retroceder su angustia, su propia extrañeza. Cuando terminó su peregrinación ya tenía claro que hacer con su vida. La decisión era firme, sin vuelta atrás, ingresaría en un monasterio benedictino hasta el resto de sus días, esperando ser merecedor de un nuevo epitafio.

1 comentario:

  1. Este es el comienzo de una serie de Epitafios que seguiremos subiendo, creo que es una buena obra.

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